Cuando un emprendedor incursiona en el mundo PyME trata de hacerlo sobre la base de obtener una rentabilidad tal que le permita sostener el negocio. Claro está que se trata de un escenario altamente competitivo, en el que la diferenciación suele ser el elemento vital para competir. La realidad ha demostrado que, como la vida misma, las pequeñas y medianas empresas (PyME) nacen, crecen y se desarrollan. Pero también está comprobado que pueden declinar en un período muy corto, inferior a cinco años, si el negocio no funciona. De las que sobreviven muy pocas trascienden a la primera generación de los fundadores.
¿Por qué una PyME debe profesionalizarse? Una de las causas es a partir del crecimiento de la empresa, que puede tomar un ritmo acelerado y no necesariamente ser sustentable en el tiempo, indica Miguel Alfonso Terlizzi, director general de HuCap, Inteligencia en Capital Humano. Otra de las causas determinantes son la alta competitividad, las exigencias de los clientes cada vez más demandantes, y la tecnología como avance disruptivo de paradigmas: por ejemplo la comercialización de productos a través de canales no tradicionales, tomando cada vez más crecimiento, ¿sostiene el autor del libro “El Método RESE -Resultados Extraordinarios-Sustentables y Equilibrados”.
“Es común que al involucrarse familiares, hijos de los fundadores, aparezcan cambios de renovación que muchas veces vienen impulsados por las nuevas ideas y aspectos generacionales, el dinamismo y la adrenalina propios de los nuevos involucrados que generan conflictos”, afirma. Otras veces debido a la existencia de conflictos familiares no resueltos de manera profesional, se mezclan aspectos familiares con los de la empresa.
Por otro lado, los cimientos fundacionales (misión, visión, valores) rara vez están presentes en la etapa de start up de la empresa, ya que al nacer la empresa el fundador concentra los esfuerzos en hacer rentable una idea de proyecto, considera. Pero transcurrido cierto tiempo el modelo de estrategia organizacional (estructura, procesos, sistemas, capital humano) debe acompañar el desarrollo en función del contexto y de los nuevos desafíos. Otro indicador de la necesidad de profesionalizar la PyME es la falta de delegación, que se observa en la alta centralización en la toma de decisiones donde todo pasa o debe pasar por una o dos personas que concentran las decisiones estratégicas, operativas, importantes y urgentes. Según Terlizzi, muchas veces, el factor determinante, que produce la falta de delegación, se explican en la excesiva concentración en los aspectos del negocio. En general, para la PyME suele ser una tarea difícil reconocer estos problemas, dado que una que logró desarrollarse, generalmente se arraiga en la creencia de que “si así las cosas funcionaron y crecimos, ¿por qué cambiar?”, con lo que pierde de vista el potencial y los beneficios de la profesionalización de una gestión.
No obstante, una vez que ocurre un acontecimiento, la dificultad no se traduce tanto en tomar la decisión de profesionalizarse, sino de cómo hacerlo. Lo primero que debe hacer el empresario PyME es reconocer si existe la necesidad de delegar o no. Lo segundo es reconocer si sabe, puede y quiere delegar.
En cuanto a lo primero, Terlizzi indica que la dinámica de la organización puede llevar a que nadie internamente entienda que existe la idea de cambiar. “Esta es una situación complicada, y una pregunta que deberían realizar, aún en los mejores momentos de éxito, el más alto management o los accionistas, es si la organización tiene o no necesidad de cambiar”, acota. El segundo aspecto -reconocer si sabe delegar- es más específico; la pregunta que debe hacerse el CEO es: ¿Sabemos y queremos hacerlo? En cualquiera de las situaciones si no se alinean estas perspectivas, los resultados pueden ser muy negativos, ya que delegar sin saber, puede ser tan perjudicial como delegar en alguien en que no quieren, ya sea por falta de confianza o capacidades o no puedan porque no cuentan con los procesos y estructuras necesarias para delegar sin perder el control, puntualiza.
“En resumen -remarca el especialista-, el CEO o el accionista, antes de tirarse a la pileta (delegar) debe saber cuánta agua hay en la piscina.
Entre cómo se prepara el CEO y la organización hay dos competencias:
• Capacidad para pensar en resultados extraordinarios, que trasciendan lo que personas o empresas comunes son capaces de lograr. Ir más allá del objetivo acordado y planificar las tareas propias y las de los colaboradores.
• Capacidad para pensar sistémica y estratégicamente. Ver y comprender el funcionamiento del todo (sistema) en su conjunto y cómo interactúan las partes que lo componen a lo largo del tiempo. Poseer visión sistémica y estratégica a la vez; es ver el futuro con claridad pudiendo predecir con exactitud las consecuencias y tendencias futuras, teniendo gran conocimiento y amplia perspectiva. El paso de profesionalización, dice el especialista, se da buscando alineamiento sistémico entre las personas, los equipos de trabajo y la organización en su conjunto. Esto hace que lo difícil se convierta en fácil y lo imposible en improbable, como creencia generalizada.
El principal obstáculo, sea para procesos de profesionalización o delegación, se da cuando predomina el pensamiento de tipo lineal. Por ejemplo poniendo el foco en los aspectos urgentes y operativos de la producción, la venta y el servicio o la entrega y se pierde de vista la interacción sistémica de todos estos aspectos entre sí, sumados a la satisfacción del cliente, el clima laboral, y la obtención de la rentabilidad deseada por los accionistas.
Generalmente, cuando abunda el tipo de pensamiento lineal señalado, es común observar que la empresa en un extremo grave de inmadurez o falta de profesionalización. Juega al juego de quien culpar: la culpa la tiene Recursos Humanos, los de sistemas, la tiene el dueño y hasta incluso se llega a culpar al cliente.
Cuando la organización está inmersa en este escenario, es clave el “diagnóstico médico”. En una empresa, si hay indicadores que demuestran que no está funcionando bien es clave recurrir a la ayuda externa. De nada serviría ir al médico si después no hago el tratamiento. De nada serviría pedir ayuda externa si no quiero cambiar, no quiero delegar.